El fantasma del Ahoga Pollos

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Sucedió por esta época que una noche de densa oscuridad cuando el cielo amenazaba con uno de esos aguaceros que hinchan los arroyos y enturbian los ríos y de vez en vez surcaban el espacio los relámpagos, una de las casas mas aisladas notó que a la vuelta de la confluencia del Hormiguero con el Ahoga-Pollos aparecía y desaparecía lentamente una pequeña luz rojiza, alzándose o bajando en forma tal que la buena mujer creyó que la tal luz bajaba y subía desde el cielo. Se santiguó cristianamente y cerró su puerta cuidadosamente, apagando de un solo soplo la primitiva candileja de hojalata alimentada con aceite de carbón.

Pero la buena mujer no podía conciliar el sueño. Desde su lecho y a través de las rendijas que abundaban en el tabique seguía viendo aquella luz impresionante y enigmática. Para ella era con toda seguridad un espíritu de algún muerto que andaba en pena recorriendo los lugares en que cometiera sus pecados y fechorías. Recordaba haber oído decir de cierto a sus mayores que el diablo se había llevado en una nube de fuego y azufre a cierto hereje que se había negado pagar a los diezmos y las primicias a la iglesia de Cristo y que además de haber renegado siempre de Dios y de todos los santos, le había jugado una partida serrana al primer cura que ejercía su sagrado sacerdocio en la modesta parroquia de la población.

Cuando llegó el marido a cosa de media noche la mujer refirió, poniendo algo más de su cosecha, el raro acontecimiento, añadiendo que había visto que la luz salía del campo santo y que se elevaba hasta perderse en el cielo.
A la mañana siguiente después de una noche de insomnio y de terror, marido y mujer se encargaron de llevar la noticia a todas las casas de los vecinos y alguno hubo que sin haber visto nada aseguró que él también había visto la luz y que sin duda era una cosa mala y que había que alejar.
La luz continuaba apareciendo en las noches oscuras, siempre en el mismo sitio y llevando la misma dirección. La fantasía popular llegó a hacer de la luz algo como una cosa extraordinaria. El terror se había apoderado de los vecinos que al cerrar la noche se encerraban en sus casas, pero alguno que otro vecino de vez en vez se asomaba con discreción y miraba con recelo hacía la dirección en que aparecía la misteriosa luz. Sin embargo a pesar del miedo que dominaba a todos hubo uno que se atrevió a disparar un escopetazo al misterioso fantasma que al sentir cerca los disparos se perdió como por arte de magia entre los maniguales cercanos no volviendo en muchas semanas a hacer su aparición. Pero los comentarios continuaron comenzando a hablar de cierta doncella que sin miedo a las apariciones solía salir en noches más oscuras y estar ausente de casas hasta horas muy altas de la noche.
La razón se impuso al fin y una pareja de jóvenes decididos se dispuso hacer fin a la terrorífica aparición. Cuando el fantasma apareció al lado del cementerio el mozo emboscado salió machete en mano y le puso en precipitada fuga mientras dejaba caer una vela encendida que llevaba descubriendo a la pareja de amantes que salía sin miedo a los muertos a platicar con las estrellas en el seno seguro y pasible de la manigua criolla.