Por Juan Morales Aguero

Cuando nuestra ciudad se despereza entre la neblina del amanecer, Alberto Álvarez Jaramillo — El Comandante — salía a la calle a reencontrarse con lo cotidiano. Gastaba pantalón y camisa verdeolivos, charreteras de oficial y boina carmesí. Andaba sin destino fijo, inmerso en sus propias cavilaciones, igual dirigiéndose a un auditorio imaginario que adoptando sofisticada pose de tribuno.