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En una travesía que comenzó a las 5:00 de la mañana en tierras villaclareñas y culminó pasadas las 8:00 de la noche en la Plaza Mayor General Vicente García, de esta ciudad, los Leñadores de Las Tunas pudieron comprobar de primera mano este viernes cuánta simpatía ha despertado en buena parte de Cuba el histórico título conquistado ante los Leopardos de Villa Clara.
Desde el amanecer, en plena autopista nacional, la caravana que trasladaba a los nuevos monarcas nacionales, junto a la prensa y la afición tuneras, comenzó a recibir muestras de cariño.
En Ciego de Ávila, quienes viajábamos justo detrás del autobús del equipo sufrimos la primera sacudida fuerte, el aviso de que nos esperaba una jornada repleta de emociones. A la salida de una rotonda, arrodillado en la acera en una pose que sobrecogió a todos, quizás solo por su naturalidad, un niño pequeño llevaba un cartel en el que podía leerse: "Yoelkis Cruz, que Dios te bendiga".
Solo en ese instante comenzamos a sentir, con la piel de gallina y los ojos húmedos de emoción, la verdadera magnitud del triunfo conseguido por el equipo de Pablo Civil.
En cada pequeño pueblo o ciudad, todavía muy lejos del Balcón de Oriente, cientos de personas salían a saludar a los campeones, portando carteles o iniciativas de todo tipo que sorprendían un poco más por el simple hecho de que habían exigido trabajo para su confección. La gente no se conformó con esperar el paso de los Leñadores: les dedicó su tiempo, su creatividad, y les regaló con ellos una dosis de cariño para la que tampoco estaban preparados los jugadores, a juzgar por sus rostros conmovidos y el asombro en sus palabras.
Tras la multitud reunida en Florida, la ciudad de Camagüey recibió a la caravana con una calidez que volvió a romper cualquier esquema. Cerca de la Plaza de la Caridad la gente sencillamente cerró el paso, mientras reclamaba la presencia de los agramontinos Alexánder Ayala y Dariel Góngora.
Y si el deseo de reconocer a los suyos podría suponerse, lo que nadie esperó fue que tantos agramontinos comenzaran a corear el nombre de Pablo Civil y, una vez lo tuvieran entre ellos lo abrazaran con inusitado cariño y le regalaran un ramo de girasoles, ofrenda dedicada a Oshún, símbolo inequívoco de sensualidad y amor. El piloto de los Leñadores, a fuerza de sagacidad y modestia, con la sinceridad como arma infalible, ha ido poco a poco enamorando a todos.
"No había trabajado nunca con él, pero Pablo siempre encuentra la palabra correcta para cada momento y para cada jugador... esa es una de las cosas más importantes que ha hecho para conseguir este triunfo", confesaría después el matancero Yasiel Santoya, mientras compartíamos la bienvenida uno al lado del otro, a bordo de los autobuses descapotables en los que entramos a territorio tunero. Una hora antes, todavía en la Ciudad de los Tinajones, el mentor de Las Tunas había utilizado la frase más indicada: "A los camagüeyanos se les fue la mano con este recibimiento".
Viendo lo que acontecía en la vecina provincia, no podíamos menos que desear estar cuanto antes en casa, donde a pesar de la lluvia se preparaba una bienvenida nunca antes vista por estos lares. El pueblo de Las Tunas, después de 42 años de espera, dio rienda suelta a una alegría que llegaba a abrumar a quienes, cansados, pero más orgullosos que nunca, avanzábamos con lentitud ya por las calles de la ciudad.
La imagen de uno de los peloteros de más peso en el equipo escudado en sus gafas mientras secaba algunas lágrimas, me conmovió en medio de la algarabía general. Era un día para la emotividad y un episodio más nos contagiaría a todos al arribo a la Plaza: el abrazo interminable entre Pablo Civil y su padre, el llanto emocionado e incontenible del hombre que inició a su hijo, hace muchos años ya, en el arte de amar al béisbol.
Y luego del reconocimiento de la gente, más premios a la gesta de los Leñadores. Primero, la lectura de la felicitación transmitida por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez: "Felicidades a Las Tunas por el bien ganado triunfo en nuestra Serie Nacional. Ellos y Villa Clara nos han regalado un extraordinario play off. ¡Felicidades Leñadores!, nuevos monarcas del béisbol cubano".
Y después de que el capitán Yosvani Alarcón les ofreciera a los suyos el trofeo de campeón, a Dánel Castro le fue entregado el Escudo de la ciudad, a los Leñadores una réplica del Machete de Vicente García y a varios de los principales protagonistas La Tuna de Cristal, máximo reconocimiento que otorga la Asamblea Provincial del Poder Popular.
En su mensaje a todos los tuneros Pablo Alberto Civil quiso terminar con dos palabras contundentes: "misión cumplida", al tiempo que Ariel Santana Santiesteban, miembro del Comité Central y primer secretario del Partido Comunista de Cuba en la provincia, significó la trascendencia del triunfo y convocó al cuerpo técnico y a los jugadores a escribir nuevas páginas en la ya cercana Serie del Caribe, prevista desde el 2 de febrero en Barquisimeto, Venezuela.

Por Dubler R. Vázquez Colomé